Acapulco, 1979. Sus icónicos hoteles Boca Chica, Flamingos y Las Brisas se traslucen en una colección que captura la sensualidad y sofisticación resort de este paraíso tropical: flores y plantas crecen como monumentos pintados a mano, arquitectura orgánica con toques de modernismo conceptual y sirenas en vestidos de gala y cóctel ideales para una fiesta VIP. Las siluetas —fluidas, etéreas, con movimiento— se rigen por la soltura de las telas y los cortes propositivos, enriquecidos con un detallado trabajo de pétalos en grandes formatos. Los materiales se mezclan logrando una combinación que evoca el glamour retro: brocados de seda metalizada en dorado, algodones estampados, chifón de seda bicolor, crepe, superficies plastificadas y satén de seda sand washed. Brillan los pigmentos blanco luna, verde palma, fucsia, amarillo polen y azul rey, unificados por el blanco y negro.